colores transparentes

Wednesday, November 21, 2007

Benito y Calabaza; Calabaza y Benito

Benito y Calabaza son dos de mis más grandes amigos, y aunque no hablen mi idioma, caminen en cuatro patas y la mayoría de la gente los catalogue bajo el rótulo de mascotas, para mi son mucho más un par de gatos.
Cuando estoy triste y me siento sola, ellos me hacen sentir que todo los problemas pueden superarse y a pesar que muchas veces me han hecho una mala jugada como dejar sus desperdicios en mi cama, yo se los perdono, así como ellos me perdonan cuando no les hago cariño o no juego con ellos por estar muy ocupada.

Calabaza es naranjo con blanco. Su pelaje es suave y tiene unas manchas perfectamente simétricas en ambos lados. Su nombre completo es Sir Calabaza Zapallo Rey Luksic y llegó a mi vida cuando sólo era una bola con pelos. Como ha vivido toda su existencia bajo los atentos cuidados de sus madres –mi hermana y yo- es un niño de bien, no dice malas palabras, no juega brusco y es fino, para muchos, demasiado fino. En varias ocasiones he tenido que defenderlo de las burlas de aquellos que dudan de su hombría. Y es que Calabaza es un macho de tomo y lomo, salvo que ya no posee sus tan preciados testículos, los cuales fueron extirpados para evitar que saliera a buscar carne fresca por los tejados de Valparaíso y esparciendo su semilla sin control alguno. Hasta que no se inventen los condones para gatos, los mininos de casas de bien, seguirán yendo al capador.

Calabaza llevaba casi 6 meses cuando llegó Benito, al cual habían dejado abandonado unos estúpidos sin sentimientos en la insalubre escalera que tengo que subir para llegar a mi hogar. Si bien estaba en compañía de sus dos hermanitos, a ellos le conseguimos nuevos padres y se marcharon a vivir su vida, pero Benito se fue quedando, en parte, porque mi hermana no lo había querido regalar, pues su corazón de abuelita ya se había derretido frente al redondo y peludo cuerpo del que entonces se llamaba Cabeza de Papa.

En las primeras semanas, Benito dormía en el patio y no dejábamos que Calabaza se juntara con él, ya que el rey del hogar se ponía muy celoso. No obstante, con el paso del tiempo el travieso Benito fue conquistando nuestros corazones y el de Calabaza a punta de chambonadas, y aunque al principio no lo tomábamos en brazos porque era muy hediondo, en la actualidad, su ternura ha puesto su pestilencia en segundo lugar.

Los que parecían tener personalidades tan opuestas, se fueron transformando en amigos inseparables. Calabaza es elegante, retraído, nunca realiza piruetas, no es osado y se podría decir que es todo un cuico. En cambio, Benito es la imagen del lumpen gatuno, los días que pasó en la calle durante su infancia lo marcaron con fuego, por lo que vive cada minuto como si fuera el último, goza colgándose de las cortinas, desafiando la ley de gravedad todos los días, e incluso, botándose a si mismo de las sillas para sentir la adrenalina.

En la actualidad, uno no puede estar sin el otro. Algunos faranduleros que visitan mi hogar no han perdido la oportunidad para inventarles algún romance homosexual. Algo que yo me encargo de desmentir ipso facto, no porque tenga algo contra los gay, sino que entiendo que son como hermanos.

Mi adorada hermana se fue vivir a una casa en Limache, en la punta de un cerro, rodeada de árboles, pasto y naturaleza en general. Pronto yo partiré de Chile y no me puedo llevar a Benito y a Calabaza en el avión. Es por ello que en los próximos días se mudarán al campo con mi hermana para que se acostumbren a su nuevo ambiente.
Que pena siento al saber que no voy a poder ver cómo sus personalidades se van a adaptando a la vida en Limache, qué aventuras les depararán a los amiguitos... no lo se. Me da pena dejarlos, y aún más triste es el saber que la memoria de los gatos no es de la mejores y que me olvidarán durante mi ausencia. Cuando llegue tendré que volver a luchas por conquistar el amor del par de felinos. Lo que es cierto es que tendrían que pasar mil años y así y todo yo no podría olvidar a Benito y Calabaza.

Monday, October 15, 2007

Salvia

Mi primera vez. Todos están esperando que lo haga. Me han hablado tanto del asunto que ya no se si lo quiero hacer. Por un lado, están las ganas de experimentar, pero otra parte está el miedo de que algo salga mal.

Me siento nerviosa, es parte de mi naturaleza. La mayoría de las cosas me provocan angustia y nervios. Pero una nueva política institucional del partido único de mi autogobierno totalitarista ha proscrito los miedos estúpidos y promulgado una ley que me obliga a tomarme las cosas con el máximo de relajo y cagarme en mis complejos y cuestionamientos de niñita estúpida con ganas de ser una mujer estúpida. Dispongo todos los elementos para ejecutar el acto. Estoy lista, en mi marca y ya partí.

Nada cambia, pasan un par de segundos y algo entra en mi, o mejor dicho, me empuja hacia un lugar desconocido y hermosamente desequilibrado. Una ola gigante se acerca y me lleva contra la pared, mi cuerpo es arrastrado sin voluntad y siento que puedo volar en reversa.

Estoy inmovilizada en la pared, pero allí puedo moverme con libertad. Trato de articular palabra alguna mas es imposible. Una brisa recorre mi espina dorsal despertando cada célula de mi cuerpo. Todo es tan claro, mientras viajo caóticamente a un mundo nítido y lleno de agua que no moja. Siento que respiró bajo el agua, ¡que sensación más maravillosa el vivir en aquel mundo acuático! Sin darme cuenta, todo ha llegado a su fin. Demasiado intenso para repetirlo al momento. Pero apenas vuelvo en mi ya quiero hacerlo otra vez.

Bendita Salvia, te tendría en mi cada vez que pudiera. Has calmado mis demonios y liberado mis placeres.

Monday, September 24, 2007

Doña Luisa

Doña Luisa vive en La Cruz. Un pequeño pueblo entre Quillota y Calera, que más que comuna es una pura calle. Y aunque ha vivido toda su vida en ese lugar, bien puede creer ella que se encuentra en el trópico o en el Polo Norte, pues Doña Luisa sufre de alzheimer.

Tuvo cuatro hijos pero sólo Carolina, la única soltera, vive con ella y la cuida. A veces, Doña Luisa la mira con ternura y le agradece que la acompañe en su inevitable tránsito a la muerte. Otras, le grita y la rasguña, no entiende quien es esa mujer que le da órdenes y la restringe.

Pese a su ceguera, sus olvidos y su cuerpo raquítico, Doña Luisa es una mujer llena de vida. Cuando no está forcejeando con su hija, se sienta a escuchar el canto de los ruiseñores, pavos reales y águilas que viven en una pajarera en el patio, sale a alimentar a sus gallinas imaginarias o recita a quien vaya de visita las hazañas de su juventud, como cuando con un grupo de féminas lograron hundir al Huascar durante la el Combate Naval de Iquique, mientras Arturo Prat se escondía despavorido y lloriqueando en lo más profundo de La Esmeralda.

Todas las tardes, se pone un velo de encaje negro sobre su rostro y se apresta a escuchar la palabra del señor. Muy en orbita estará Doña Luisa, pero hasta ella esta enterada que la salvación no es cosa fácil. Sin ayuda de nadie, sabe perfectamente cuantos pasos debe caminar para llegar a la Iglesia. Una vez allí, se sienta en primera fila y canta como lo hacía en sus años de soprano en un teatro de Venecia.

Doña Luisa tiene varios nietos, pero ella ni lo sabe. Y aunque ellos si saben quien es su abuela, la comunicación se torna difícil cuando el receptor se encuentra presente físicamente, pero su mente viaja por el oriente. La muerte le llegó un día y todos se olvidaron. Menos Carolina, quien había dedicado lo mejor de su juventud a cuidarla. Ahora, con su madre varios metros bajo tierra, se realizaba que los años no pasan en vano, que a ningún hombre había amado y que nadie la había amado a ella. Estaba sola y la única persona que podría haberse percatado de su soledad, ni siquiera se había dado cuenta que ya no respiraba.

Monday, August 27, 2007

Maldito día de familia

Aquella tarde una sensación desagradable apretaba mi estomago. Los cuatros sentados en una mesa redonda mirando en cualquier dirección que no fuesen los ojos del otro era lo único que se nos ocurría hacer. Padre e hijos queriendo no serlos. El silencio, más que confirmarme que definitivamente no teníamos ni la más mínima intención de comunicarnos, me hacía querer no estar ahí y estoy segura que no era la única.

-Voy a pagar la cuenta- dijo el progenitor. Benditas palabras pensé, tan sencillas y sin ninguna relevancia en todos los problemas que nos mantenían en silencio, pero que aun así rompían con la hostilidad que nos transmitíamos sin tener que decirlo.

Mi papá paga la cuenta y caminamos hacia el auto. Esta enojado, furioso y preocupado. En verdad creo que si pudiera nos mataría a todos, acabaría con esa fuente de decepciones llamada paternidad y adoptaría nuevo hijos, pero esta vez los criaría a su manera, esta vez lo haría bien.

Llegamos a la casa del jefe de hogar, aquella que tenía solo para él. La pequeña pero acogedora construcción está en la ladera de un cerro. A su alrededor unos montículos de pasto eran acariciados por el sol. Me recuesto sobre el césped y ya nada me importa. Solo quiero sentir el calor del sol y rogar para que las horas avancen lo más rápido posible y ya no estar más en aquel silencio. En el interior de la casa todos discuten, se recriminan y se sacan en cara asuntos que ya no se sabe si en verdad ocurrieron o fueron producto de un sueño. El futuro, la plata, los hijos, la responsabilidad, el cumplir y el trabajo son aquellos tópicos por los cuales se levanta la voz, se empeñan palabras y se espera no dar nunca el brazo a torcer.

He cerrado mis oídos como un camello que se protege de la arena, los gritos ya no me llegan, y comienzo a buscar un verdadero silencio en mi, ese que no incomoda ni fruta, ese que es un carnaval mudo. Fumo un cigarro y después prendo un caño, mis músculos ya no están tensos y mi corazón cae en la cuenta que lo más difícil del mundo es amar a quien no escogiste.

El sol ya casi no existe y me doy cuenta que los gritos dejaron de serlo. Ya vendrán otras, pero por esta vez la pelea ha terminado. Entro en la casa y como si fuera una escena de una película estúpida con final feliz, aquellos que hace dos minutos se estaban deseando las penas del infierno ahora posan frente a una cámara digital. Al parecer, son tan pocas las veces que logran estar sin discutir que se hace preciso dejar un recuerdo.
En ningún momento quise tomar parte en la discusión, ya que nada de lo que se debatía había sido provocado por mi y no me incumbía. Ahora estaba todo bien y yo no lo podía entender. Me puse mis audífonos y subí todo el volumen. Antes no quería escuchar el silencio, ahora no me interesaban sus sonidos.

Monday, June 25, 2007

amigas

Son amigas. Se aman. Se necesitan.

Nacieron en diferentes épocas: varios años y experiencias las separan.

La primera, vivió la revolución de las flores, lucho por un ideal y perdió.

La segunda, solamente está viviendo las consecuencias de lo que no se pudo lograr.

Comparten, salen a comer, ven películas, se acompañan.

Son almas solitarias y en verdad la única persona que tienen en el mundo es a la otra.

Se miran y se reconocen en otros ojos. Ven lo que fueron y lo que no les gustaría ser.

Una está cansada de vivir y la otra no sabe como hacerlo.

Sunday, June 10, 2007

Entre dios y don sata

Gracias a la mala suerte que siempre me ha caracterizado, mis progenitores encontraron la mejor forma de atormentarme por el resto de mi vida al ponerme en un colegio católico y de señoritas. No sólo estaba privada de la compañía del sexo opuesto (lo cual me dejo una que otra tranca para poder entablar cualquier tipo de conversación con hombres durante los primeros años de mi adolescencia), sino que tenía que convivir diariamente con monjas que deambulaban como cuervos por los pasillos y con la tortura de sentirme una pecadora y tener que pagar por mis malos actos antes dios.

Recuerdo cuando comenzó a circular una carta por todo el colegio en la cual se describía el apocalíptico tercer secreto que la virgen de Fátima le había revelado a tres pobres niñitos (obvio, si no son pobres no funciona). El escrito hablaba sobre el fin del mundo, el cual se encontraba a días de suceder. Temblaría durante 7 días, diablos disfrazados de ángeles tocarían a tu puerta tratando de probar tu fe y la tierra se abriría para tragarse a todo los pecadores, entre los que obviamente me encontraba yo.

Y como no ser pecadora, si tenía pensamientos impuros, pelaba a mis compañeras, hubiera matado a un par de profesores de haber podido y la primera vez que comulgue sentí un asco espantoso y ganas de morir (el vino de misa es lo peor y además el 99,9% de las personas adultas que conocía dijeron que si se te pegaba la ostia en el paladar eras impura y ya comprenderán ustedes que la maldita se aferró a la parte superior de mi cavidad bucal como una lapa).

Lo más divertido es que yo ni siquiera leí la bendita carta, pero todas mis compañeras que lo hicieron terminaron con una cara de tres pisos, e incluso, una de ellas llegó al otro día con una cantidad industrial de frascos de vidrio, los cuales serían llenados con agua bendita (en la carta se recomendaba tener a mano grandes cantidades de dicho líquido para repeler a los enviados del cola de flecha).

Desde pequeña sentí miedo de lo que me decían que era dios. Todas las mañanas había que rezar, arrepentirse y dar gracias. Y yo no entendía por qué tenia que rezar si muchas de las palabras que salían de mi boca eran parte de un vocablo totalmente obsoleto y lejos de mis posibilidades lingüísticas, tampoco comprendía de que me tenía que arrepentir y menos le iba a agradecer a un dios que sólo me provocaba miedo.

Las dudas existenciales han sido una constante en mi corta vida y la dicotomía entre el bien y el mal se me hace pesada. El declararse agnóstico es tan simple y aunque la mayoría del tiempo lo soy, vuelvo a tener los mismos escalofríos que tenía cuando chica al pensar que un buen día de estos la tierra se abrirá y seré la primera en las garras de don Sata.

Wednesday, May 30, 2007

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Sentada en un café. Sola. Esperando.

Segundo día consecutiva que se encontraba en algún lugar del puerto sentada esperando a la misma persona. Segundo día consecutiva que no dejaba de esperar... hasta el momento.

Mientras se encuentra en el monótono estado de la espera, piensa que deben ser muchas las personas en el mundo que se encuentran en ese mismo momento esperando. Algunos esperan a alguien y otros algo, puede ser el amor, la paz, a un hijo, la justicia o la muerte. El saber que lo que uno aguarda se demorará lo que tenga que demorarse en llegar y que el que espera no le queda nada más que hacer que eso ha dejado de ser un pensamiento del momento y se ha tornado en un tortura. El que llega por lo menos tiene la oportunidad del movimiento, sea físico o mental, va hacia algo.

Cuando ya el reloj no puede atormentarla más de lo que ya está con su movimiento se da cuenta que el que espera puede seguir en ese estado hasta el fin del mundo y que la única manera de evolucionar es dejar de ser el que espera, para pasar a ser el que llega.

Paga la cuenta y deja de esperar. Sale apurada, tiene que llegar, alguien la espera.


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