SEXO A LAS 6

Ella caminaba.
Él miraba.
Ella lo condujo.
Él la agarró.
Ella sintió su miembro duro, presionándola.
Se desnudaron, en verdad, era lo único que sabían hacer cuando estaban juntos.
La gente caminaba por al lado de ellos; miraban, pero no veían.
Ella abrió sus piernas y, generosamente, lo invito a entrar.
Él, generosamente, acepto la invitación y la penetró lentamente hasta llegar al fondo.
Jubilados, Oficinistas, estudiantes y niños pasaban como si nada.
Él siguió penetrándola una y otra vez, sin nunca apurar el paso. Ella, recostada en el piso cerraba los ojos y sentía como entregaba su sexo. Él, encima de un cuerpo ajeno sentía como se iba adueñando de un sexo.
Un perro se quedó mirándolos, era el único que verdaderamente se percataba.
Las palomas revoloteaban por la plaza mientras un par de viejos decrépitos les tiraban migajas de pan.

Señoras caminaban hacía la iglesia que se encontraba en el lugar, había misa de 6 de la tarde.
Él se fue dentro de ella. Ella se fue con él adentro; un semen, frió y tibio a la vez, se perdía en un convulsionado cuerpo.
Una cruz ingente se alzaba sobre el templo, ¿se daría cuenta el crucificado de lo que pasaba unos metros más abajo?
El y ella se quedaron uno dentro del otro por varios minutos, los dos empapados en sudor y con la respiración agitadaEl perro, que tan atentamente había observado todo el acto, se quedo reflexionando un par de segundos; pensó en lo difícil que debía ser un humano y haber perdido toda capacidad de ver el amor, y peor aun, de hacerlo.