El Nike

Cientos de mitos y leyendas se han levantado sobre la imagen del Nike, personaje emblemático de la fauna quillotana. Todos los que allí vivimos lo conocemos, pero en verdad poco y nada sabemos de él; ni siquiera su nombre.
Durante un tiempo fue conocido como "El Maradona", debido a su camiseta de Boca Juniors y su pelo teñido con agua oxigenada, a la usansa del otrora idolo futbolero trasandino. Sin embargo, NIKE ha sido el apodo que más ha trasendido en el tiempo, y aunque no muchos saben claramente a que se debe, me atrevo a decir que es por sus zapatillas de dicha marca, a las que cuida como su tesoro más preciado, además de adornarlas con varios pares de cordones de todos los coleres, siendo los fluorecentes sus favoritos y más usados.
Quien no es de Quillota pensaría que el Nike es un indigente, pero se equivocan. Él es un hombre que tiene casa y trabajo, aunque para variar nadie sabe bien que hace ni adonde vive. Fuentes cercanas aseguran que vive con su abuelita y que se gana el pan de cada día en la feria de Quillota, lugar donde seguramente tiene establecido el centro de operaciones de su microred de narcotráfico.
Con cuarenta y pico de años de vida, el Nike tiene una vida completa y absolutamente absorvida por cuanta sustancia ilícita existe, siendo los "paraguas" y la paste basa sus ambrosías predilectas.
Famoso por su deshinibida forma de actuar, es capaz de bociferar de una esquina a otra en pleno centro de la ciudad cualquier palabra en un dialecto indesifrable, pero que importa, él está seguro que habla en perfecto ingles.
Con unos escazos 150 centimetros de altura y vestido con la ropa más desgastada que pueda existir, el Nike suele ir a la plaza de la ciudad a conquistar señoritas, porque hay que decirlo, es un picaflor innato, se ha enamorado de cuanta colegiala ha pasado por delante de sus ojos, y aunque las pinguinas son sus favoritas, no le hace asco a las mayorcitas.
Recuerdo en mis años de escolar, cuando con mis compañeras ibamos sagradamente todos los días después del colegio a fumarnos un cigarro a la plaza y ahí estaba el, esperando por nosotras, tirando piropos (y las manos) como loco, mientras trataba de conseguir un cigarro.
Durante mucho tiempo le tuve medio, pero con el tiempo logre conversar con él, hasta el punto que me declaró su amor e incluso me invitó a una supuesta casa que tenía en una playa de litoral central.
Esos si, no todo es miel sobre hojuelas en la vida del Nike, su adicción le ha ido derritiendo el lentamente el cerebro, cada día que pasa su boca marchita de dientes se va quedando con menos palabras que pronunciar. a menudo sus ojos se pierden, como tratando de recordar, de pensar. Me pregunto que pasará por su cabeza en esos momentos, sólo Dios sabe. He tenido la mala fortuna de ver al Nilke, que tanta risa y alegría ha provocado en quienes lo conocen, completamente ido, gritando en el piso, aullando entre un mar de gente que no hacía más que observar y sentir pena por él.
Hace tiempo que no lo veo, la vida universitaria me mantiene lejos de mi querida ciudad, pero se que cada vez que vaya estárá el Nike, en cualquier calle o esquina, hablando caulquier idioma (todos inventados por él), drogandose, riendo, gritando, evadiendose, y lo que más me duele, envejeciendo.