colores transparentes

Monday, September 24, 2007

Doña Luisa

Doña Luisa vive en La Cruz. Un pequeño pueblo entre Quillota y Calera, que más que comuna es una pura calle. Y aunque ha vivido toda su vida en ese lugar, bien puede creer ella que se encuentra en el trópico o en el Polo Norte, pues Doña Luisa sufre de alzheimer.

Tuvo cuatro hijos pero sólo Carolina, la única soltera, vive con ella y la cuida. A veces, Doña Luisa la mira con ternura y le agradece que la acompañe en su inevitable tránsito a la muerte. Otras, le grita y la rasguña, no entiende quien es esa mujer que le da órdenes y la restringe.

Pese a su ceguera, sus olvidos y su cuerpo raquítico, Doña Luisa es una mujer llena de vida. Cuando no está forcejeando con su hija, se sienta a escuchar el canto de los ruiseñores, pavos reales y águilas que viven en una pajarera en el patio, sale a alimentar a sus gallinas imaginarias o recita a quien vaya de visita las hazañas de su juventud, como cuando con un grupo de féminas lograron hundir al Huascar durante la el Combate Naval de Iquique, mientras Arturo Prat se escondía despavorido y lloriqueando en lo más profundo de La Esmeralda.

Todas las tardes, se pone un velo de encaje negro sobre su rostro y se apresta a escuchar la palabra del señor. Muy en orbita estará Doña Luisa, pero hasta ella esta enterada que la salvación no es cosa fácil. Sin ayuda de nadie, sabe perfectamente cuantos pasos debe caminar para llegar a la Iglesia. Una vez allí, se sienta en primera fila y canta como lo hacía en sus años de soprano en un teatro de Venecia.

Doña Luisa tiene varios nietos, pero ella ni lo sabe. Y aunque ellos si saben quien es su abuela, la comunicación se torna difícil cuando el receptor se encuentra presente físicamente, pero su mente viaja por el oriente. La muerte le llegó un día y todos se olvidaron. Menos Carolina, quien había dedicado lo mejor de su juventud a cuidarla. Ahora, con su madre varios metros bajo tierra, se realizaba que los años no pasan en vano, que a ningún hombre había amado y que nadie la había amado a ella. Estaba sola y la única persona que podría haberse percatado de su soledad, ni siquiera se había dado cuenta que ya no respiraba.

3 Comments:

Blogger Dr. Macacus said...

Enterrar a una persona a la cual se ha querido es un mérito digno de quienes desean salvarse, aunque sea difícil como lo explicaste. Carolina está un paso más arriba del resto, tal vez por eso el resto no la puede ver con claridad. Me recuerda mucho la historia de "Coronación". Saludos preciosa, nos vemos en los pasillos de Lusitania 68.

7:26 PM  
Blogger Ángel caído (al litro) said...

quedé para adentro con la historia

me gustó mucho!!!!


nos vemos el lunes en ese ramo general del terror que se nos ocurrió tomar

9:37 PM  
Blogger CazaNovas said...

Me gusto mucho, aunq el dolor de cabeza me ataco, lo lei reconociendo a Doña luisa.

cauidate tutito linda

beso

7:08 AM  

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